El topo Totopo vivía en el campo bajo un hermoso árbol. Durante todo el día, trabajaba excavando túneles por debajo de la tierra. Por la noche, salía a la superficie y disfrutaba durante un largo rato de la paz de la pradera. Después se metía en su túnel y dormía profundamente.
Un día sucedió algo raro. La pradera se llenó de hombres que caminaban de un lado a otro, medían la tierra con cintas muy largas y extraños aparatos. Totopo no dio importancia al asunto. Pero al día siguiente, unos ruidos terribles y una fuerte sacudida lo despertaron.
¡Un terremoto! -gritó mientras corría hacia la salida del túnel. Sin pensarlo dos veces, Totopo empezó a escarbar y escarbar; pero la tierra estaba muy dura.
Por fin, con mucho esfuerzo, consiguió hacer otra salida, pero no tuvo tiempo de ver nada porque una máquina excavadora, con unas garras cien veces mayores que las suyas, venía hacia él.
Totopo intentó escapar; pero no pudo. De pronto, se vio elevado por los aires junto con un árbol y un montón de tierra y, tras un corto viaje, cayó dentro de un camión.
Una vez en el camión, Totopo se sacudió la tierra como pudo y observó que su hermosa pradera estaba llena de máquinas, camiones, excavadoras y grandes grúas. Por todas partes se veían profundas zanjas, maderas, piedras y ladrillos. Era terrible observar en lo que se había convertido su antiguo hogar.
De un brinco, Totopo bajó del camión y escuchó decir a unos obreros que en ese lugar iban a construir una fábrica y grandes avenidas pavimentadas.
Muy asustado, Totopo buscó un agujero donde esconderse y permaneció allí hasta que, después de varias horas, alguien gritó: -¡Se acabó el trabajo por hoy! -y los ruidos cesaron. Solamente entonces se atrevió a salir de su escondite y pudo contemplar el desastre.
Totopo decidió mudarse a un lugar donde hubiera tierras blandas y pastos siempre verdes.
Viajó durante muchos días y muchas noches, atravesó vías de tren y carreteras. Pero al fin llegó a una extensa pradera. La tierra era ligera, había muchos árboles y el aire estaba perfumado.
Totopo no perdió un segundo, y loco de alegría, empezó a hacer túneles y a levantar montones de tierra.
Después se recostó y, en medio de esa tranquilidad, pudo soñar profunda y deliciosamente.
LUIS MURSCHETZ
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